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lunes, 19 de abril de 2010

QUO VADIS, PNV?

José Ignacio Munilla Aguirre ha sido nombrado nuevo Obispo de la Diócesis de San Sebastián. Y este nombramiento ha puesto en pie de guerra a la rama católica del nacionalismo vasco. Las declaraciones de importantes dirigentes de ese partido demuestran el escozor que les ha producido la noticia. Pero demuestra, también, otras cosas.

Que el EAJ-PNV ha pretendido desde siempre convertir las provincias vascas en un cortijo propio es de todos sabido. Que, como otros partidos en otros ámbitos que se perpetúan en el poder, ha querido, en las últimas décadas imponer sus ideas a la sociedad vasca, también. Que manejando a su antojo la competencia de Educación, ha pretendido, y, de alguna forma, casi conseguido, formar una nueva generación de aldeanitos nacionalistas es un hecho que no se toman la molestia en negar.

Sus décadas de poder omnimodo desde la instauración de la democracia les ha llevado a tratar de convertir a la Comunidad Autónoma Vasca en su señorío casi feudal, a sus militantes y simpatizantes en sus vasallos, al resto de la sociedad que no comulgaba con sus ideas, en sus súbditos.

Pero, acabado de momento ese chollo, lo que no esperábamos es que también decidiera tratar a la Iglesia como parte de su cortijo. Que pusiera el grito en el cielo por el nombramiento de una persona de sobrados méritos, pero claro, no nacionalista para la Diócesis de San Sebastián. Una persona nacida en San Sebastián, amante de su tierra, que maneja el vascuence mejor que muchos jerifaltes peneuvistas, pero eso sí, no es nacionalista.

Señores de EAJ-PNV, les recuerdo que esa "J" que llevan en el nombre del Partido se incluyó como referencia a Jaungoikoa, Dios. Les recuerdo que su Partido siempre se ha vanagloriado de ser Católico, Apostólico y Romano.

Yo les conmino a que respeten, al menos, lo más íntimo de su Ser y de su Historia, o si no, borren la J de su nombre. Les conmino a que respeten las ideas de gran parte de sus afliados y simpatizantes con respecto a la Religión, o si no, borren la J de su nombre. Les conmino a que respeten las decisiones religiosas del Papa de la Iglesia Católica con un "Amén", en vez de criticarlas por cuestiones políticas, o si no, borren la J de su nombre. Les conmino a que digan alto y claro NO al aborto, como defiende la Iglesia Católica y la gran mayoría de sus afiliados y simpatizantes, o si no, borren la J de su nombre.

Pero si, al final, borran esa J, no dejen el espacio en blanco. Inserten ahí su dios actual al que veneran. Inserten la imagen ante la que se persignan cada mañana. Inserten la imagen que guía sus afanes diarios.

Inserten:

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