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martes, 25 de mayo de 2010

TURISTAS

No tengo muchas ganas de ponerme de mala leche hoy. No voy a hablar del fracasado que, al menos, fue Presidente, del otro, que ni siquiera, hasta ahora, lo ha sido. No voy a hablar ni de los manganatos, perdón, sindicatos, ni de los reyezuelos autonómicos, ni de la Juajusticia en España.

Y es que, la semana pasada, por unos días, dejé, en realidad, de ser español, dejé de ser europeo, dejé, incluso, de ser de la especia humana y me convertí... en turista.



Los que soláis viajar de vez en cuando, necesariamente, tenéis que coincidir conmigo. Los turistas no son seres humanos. No, al menos, como lo entendemos en el mundo "normal". No importa si en sus países son administrativos, loteros, sacerdotes, fruteros,... Cuando salen al exterior todos tienden a comportarse igual.

Aún en ciudades muy grandes, por mor de los planos con las rutas y los sitios que "hay que ver", te cruzas, una y otra vez, con las mismas caras. Eso sí, cada vez más sudadas, acaloradas, descompuestas...



La ilusión y la frescura de los primeras horas deja paso, poco a poco, a una especie de fatalismo, de destino inevitable. Repasan la lista de lo que hay que ver en el día. Miran la hora. "Nos van a cerrar la Basílica del Cucurucho, pero si vamos hoy a la Plaza de la Calaburritana, mañana, antes de pasar por la Estatua a Mortadelo, podemos visitarla..."

Cuando te acercas, poco a poco, a los lugares clave, deja de ser necesario consultar mapas. Ya no hace falta intentar hacer entender tu pregunta y conseguir captar la respuesta de un simpático policía local. Basta con seguir el rebaño de peregrinos que, no se sabe muy bien cómo ni por qué, conocen el camino y lo siguen... o, al menos, siguen al primero, presumiendo que ya habrá preguntado o ha estado antes allí.

En los lugares más frecuentados, dejaros de mirar cúpulas y estatuas, olvidaros de retablos y paisajes, de parques y fuentes. Hay algo mucho más llamativo y gozoso. No tenéis más que ver las "estampas" tan variopintas que luce esta especie. Junto a una rubia casi albina, de piel enrojecida por el Sol, como se puede observar por sus hombros desnudos y su miniminishort, podéis ver a una familia de pakistaníes con camisa, jersey y chamarra, choto incluído pese a los treinta y tantos grados y a que no se ve, ni de lejos, ni una sóla nube en el cielo.



Te las arreglas para conseguir, metidos en el meollo del acceso abarrotado al sitio que sea, no pisar a la menuda inglesita de las chancletas, la mariposita en el tobillo y las uñitas negras, al tiempo, que te aseguras de no ser pisado por el eslovaco de coleta, larga barba, esférica barriga y botas de caña alta con puntera reforzada que el bendito ha creído necesario calzar para tan señalada ocasión.

Y los japoneses... ¡Ah, los japoneses! Tan amables, formales, educados, respetuosos que se les ve en las películas. ¡Y una mierda (con perdón)! Cuando salen de su país, todo eso se lo dejan allí. Con el fin de evitar un exceso de equipaje, supongo. Se convierten en seres implacables, maleducados, tramposos, si pueden, se te cuelan, si tienen que empujar, empujan,... No hacen prisioneros.



En fin, tampoco me quiero alargar demasiado en un tema tan baladí. Pero no quiero cerrarlo sin mencionar, como no, a los inevitables grupos de los viajes programados. Todos ellos, como pollitos recién nacidos, en pos de mamá gallina, es decir, en pos del correspondiente guía que, enarbolando los más variopintos objetos para mejor ser vistos (banderas, paraguas, floripondios incalificables...), les hacer recorrer todos los interesantes lugares de la ciudad... y algunos menos interesantes... y algunos nada interesantes, también.

Ellos les siguen como alelados, como ovejas obedientes. La mayoría, casi ni escucha lo que les explican. Por lo menos, después de las cinco primeras paradas. El guía anda, ellos andan. El guía para, ellos paran. El guía habla, ellos le miran, ora a él, ora al cuadro, escultura, tumba o lo que toque.

Según avanzan los monumentos, las miradas se centran menos tiempo en éstos y más en la esfera de su reloj. ¿Qué hora es? ¿Cuánto nos falta por ver? ¿A qué hora comemos? Hoy sopa de cebolla no, ¡POR FAVOR! Y el pelma de Gustaffson, ¿qué coño le pregunta ahora? ¿Pero es que tiene que decir algo en cada monumento? ¡PESADO! ¡CALLA YA! A ver si nos da tiempo de tomar una cerveza antes de comer...



Siempre hay alguno que va por libre. Si todos miran a la pared donde está el cuadro en cuestión, él se desvía y se acerca a mirar una loseta del suelo con una curiosa señal... ¿qué es? Ah, un chicle. Uy, que se me escapan.

Otro acostumbra a ir el último. Se queda atrás del todo sin oir ni enterarse de nada. Cuando los demás arrancan, él se acerca al monumento como para darle el visto bueno, o como para grabarlo en la memoria o, simplemente, para poder decir cuando le pregunten a la vuelta "¿Viste el famoso cuadro de Pincellini "Gnomo cabalgando a elefante africano en pos de elfo sintético?" "Sí, sí, ¡qué maravilla!"

No sigo. Presiento que os he aburrido un poco. Pero no sólo de Zapatero vive el blogger. Aunque, eso sí, el ínclito da mucho de sí. De hecho, y bien pensado, me lo puedo imaginar, estupendamente, de turista, mirando embobado una hermosa musaraña...

12 comentarios:

Bucan dijo...

Interesante reportaje, pero hay una foto realmente llamativa, esa de la rubia albina en pelotas... En fin, eso merece una explicación más detallada, digo yo, ahí está la tía al lado de una pareja sentada vestida,... Porque con el tiempo, se te olvida lo de la cúpula del Cucurucho pero eso de una tía desnuda en la calle....

inisfree dijo...

Bah, Bucan, eso no es nada llamativo. No sé cómo ha ido esa imagen a parar a la entrada. Los duendecillos de internet, supongo.

Como comprenderás, un hombre de moral intachable y sin parangón rectitud, como yo, no tiene ojos para esas, esas,... ¿cómo decirlo?, mujeres de vida disoluta y disipada moralidad... ni para sus cuerpos, sus caderas, sus...

Un saludo, Bucan. Encantado de verte por aquí.

Bucan dijo...

O sea, que ni te habías percatado casi de esa chica que aparece en la foto si no lo resalto yo. A mi casi se me pasa también, la verdad. También se me cuela alguna que otra en el blog. No sé que pasa que hay tías ligeras de ropa por todas partes.

inisfree dijo...

¡Una vergüenza, Bucan! ¡Una auténtica vergüenza!

Se están perdiendo los valores...

Anónimo dijo...

Yo nunca he sido turista de ese estilo, pero bastante veo ya por Toledo capital a británicos, franceses, alemanes y japoneses, por poner unos ejemplos.
Lo que no tiene desperdicio es intentar dialogar con ellos cuando se llevan unas copas de más, jejeje...
¡Ojalá algún día pueda visitar otra ciudad!..., pero por mi cuenta, no en ese tipo de grupos.

Anónimo dijo...

Muy interesante su entrada. Nos hace, por un momento olvidar cosas. Saludos cordiales

inisfree dijo...

Soldado, salir, conocer, aprender, siempre es una buena medicina para muchas cosas. Viaja, siempre que puedas. Merece la pena.

inisfree dijo...

Mariena, a veces, cansa dar vueltas siempre a lo mismo. Yo entiendo mi blog como lo que me apetece escribir en cada momento. Si le puedo poner un poco de humor, mejor que mejor.

Espero no aburriros. El nivel de blogs es muy alto y yo doy para lo que doy, jeje.

Natalia Pastor dijo...

Es relamente curioso,Inesfree, como a pesar de las diferencias y particulariddaes de cada individuo,de su lugar de origen,de los acervos y pautas culturales, todos tienden a igualarse bajo el "paraguas" universal del rol de turista.
Saludos.

inisfree dijo...

Ya te digo, Natalia, todos diferentes uno por uno, parecemos un rebaño de ovejitas iguales de turistas.

Anónimo dijo...

El turista de grupo, que es el único método que admite la mayoría de los que salen de viaje de "ver mundo", no se entera de nada de onde haya estado.

Como dices, les sueltan rollos sobre cada monumento, castillo, edificio o cuadro y es como si lloviera o les hablaran en chino mandarín.

Al final de un recorrido de 8 días de viaje preguntas, uno a uno, a cada uno, lo que ha visto y no tiene ni puñetera idea, y en la mayoría de los casos ni en queé ciudades ha estado.

Es una delicia ser turista por cuenta propia y patearse cada ciudad tratando de descubrir su trazado, sus gentes, sus costumbres, montar en tranvias y buses locales para observar a los nativos, etc.

Pero eso produce pánico al 90% de los que dicen que han estado en Tailandia, Alemania, New York o Istambul.

inisfree dijo...

Javier, yo ya he probado las dos formas. Estoy contigo. Mejor, infinitamente, ir a tu aire.

Nosotros nos preparamos el viaje, nos documentamos sobre todo, consejos, precios, sitios. Nos hicimos una idea preconcebida y cuando decidimos cambiarla lo hicimos. A nuestro aire como te digo.

Está claro que siempre hay cosas que "hay que ver", pero el día más gratificante es cuando te olvidas de eso y, simplemente, te pierdes por la ciudad como un romano o un parisino más.

Infinitamente mejor, os lo prometo.